domingo, 5 de mayo de 2013

De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos

"En el cielo, según es bien sabido, hay varias jerarquías. Están los ángeles y los arcángeles, los serafines y los querubines, los tronos, las virtudes, las potestades y las dominaciones.
También están los santos: las vírgenes, los mártires, los confesores.

Y luego están los bendecidos, aquellos que por su vida buena ganaron el edén.

Todos ellos se la pasan cantando eternas alabanzas al señor.

Hay sin embargo otro departamento aparte, ahí se encuentran los más felices entre todos los bienaventurados.

Son los abuelos y las abuelitas. Se la pasan hablando de sus nietos. Para ellos es el paraíso."

Fragmento del libro: “De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos”
del mexicano Armando Fuentes Aguirre (Catón).


Ayer se fue para el cielo otro de nuestros angelitos, otro de nuestros abuelitos y es que en nuestra familia tuvimos muchos abuelitos, eran cuatro las hermanas, con sus respectivos esposos, y fue tan unida la familia siempre, que los tuvimos presentes desde que nacimos. Somos una familia inmensa, unida a pesar de las adversidades, por el amor que nos inculcaron siempre.

Por parte de mi papá (de la familia de mi mamá les contaré otro día) tuve cuatro abuelitas y cuatro abuelitos, las hermanitas Fonseca, mujeres lindas y hermosas, que si algo de belleza tenemos sus nietas, viene seguramente de ellas. Afortunadamente aun nos queda una de ellas, y le pido a Dios le de larga vida, para poder disfrutar de su gracia y simpatía por muchos años más.

Y los cuatro abuelitos, hombres santos a mas no poder e inteligentes al casarse con ellas.

Ellos fueron en la tierra, nuestros ángeles benditos, resguardaron nuestra niñez y nos ayudaron a crecer por la vida con el corazón libre e inmenso, lleno de amor y de angustias pasajeras. Nos enseñaron las cosas importantes de la vida, que dista de las responsabilidades comunes, más se acoge a la responsabilidad de vagar por la vida con amor, de hacer bien las cosas y de disfrutar de cada detalle que la vida nos regala.

Como no aceptar que tuve una infancia maravillosa y que no tengo recuerdos tristes ni malos ejemplos. Gracias a ellos aprendí amar la navidad y las reuniones de familia. Aprendí que se debe viajar y conocer las maravillas que el mundo no esconde. De mi abuelita aprendí a cocinar, a hacer galletas, y todo tipo de postres y de lo importante que era para ella consentir al abuelito. Consentido el a más no poder, y eternamente enamorado de ella, de su belleza expuesta y de su belleza aun más inmensa, la de su corazón.

De mi abuelito aprendí a amar el campo, por que a pesar de ser médico y de los buenos, siempre le encantó ir a la finca con sus nietos, nos enseñó a pescar y comer trucha, a ordeñar a las muy 5:00 a.m. y a tomar leche recién ordeñada (y seguimos vivos para contarlo) el nos regaló el valor para explorar el mundo, inicialmente en la finca, que desde el punto de vista de un niño fue nuestro universo, inmenso; bosques, lagunas, quebradas, montañas...

De todos ellos aprendí que lo mejor en la vida, lo más delicioso y placentero es la familia; hermanos, tíos, primos, cuñados, hijos, nietos, reunidos los días que se nos permitan, sin más preocupaciones que disfrutar de nuestra compañía.

Lo sé sin temor a equivocarme, que nuestros abuelos fueron, nuestros mas valiosos cimientos, la razón por la cual creemos en la familia y en el amor, razón por la cual, hoy estamos dispuestos a conformar nuestras propias familias, y a revivir en nosotros mismos un poco de todos esos años maravillosos que nos regalaron. 

Es cierto que aun siguen siendo nuestros angelitos, pero hoy nos cuidan desde el cielo, nos dejaron con las herramientas necesarias para vivir nuestras vidas a cabalidad y nos vigilan desde allí, paso a paso, para que no nos equivoquemos, o por lo menos para que si lo hacemos, no nos duela tanto y así tener la fuerza  para volver a levantarnos.

Abuelitos, hasta luego, algún día volveremos a estar juntos y felices, mientras tanto los llevaremos en nuestros corazones, e intentaremos dejarle a nuestros hijos algo de sus muchas enseñanzas que enriquecieron nuestras vidas.

Con nuestro amor inmenso...siempre!

Pau.