Y entre todo lo que somos, somos en buena parte una conjunción de lo heredado, más que los rasgos, más que la raza, son las herencias del alma las que nos hacen especiales. Yo soy una mezcla rara, una mezcla de mis abuelos y de mis padres, soy como una receta, una pizca de aquí, una pizca de allá, y me doy cuenta que entre más me pasan los años más aprendo de mí y a quererme (dicen que eso es lo que importa), sobretodo cuando descubro de quien vienen heredados ciertos rasgos de mi personalidad.
Mi mamá hace unos días me trajo unas cajas llenas de recuerdos para que yo decidiera que hacer con ellas. Fue entre estas cajas donde encontré unas cartas de amor de mis abuelos, me parecieron tan lindas y tiernas, que me pusieron a pensar en ese rasgo especifico de mi personalidad, ese lado romanticón y cursi, en la época de mis abuelos seguramente eso era la moda, enamorarse con el alma de alguien y dejar las vergüenzas a un lado para declarar el amor con cierta intensidad y dulzura, algo así como para querer meterse en el corazón del otro, como si eso abarcara el mundo.
Mi abuelo materno, el siempre fue especial, fue un hombre con muchas cualidades a pesar de su carácter, era de esperarse un hombre de carácter fuerte en un militar, pero debajo de ese carácter se escondía un hombre sentimental, romántico y enamorado. Vivió eternamente enamorado de mi abuela, fue un amor intenso y apasionado, como de película, distó de ser perfecto, pero fue perfecto para ellos, que hasta el final de sus días se amaron y eso solo lo sabemos los que vivimos a su lado, por que a pesar de la fuerza de la costumbre y de los años, se les notaba en los ojos, en la mirada, en las palabras y no en los cuentos que le echaban a los demás el uno del otro.
Sé que pocos en la familia sabían que "Aquellos ojos verdes", era una de las canciones favoritas de mi abuelo, que sus ojitos se veían más azules cuando se la ponía y que se la cantaba a mí abuela, con ciertos cambios más que obvios ya que ella no tenia los ojos verdes, sino negros y lindos, de mirada serena y esperanzadora. Había que conquistarla a diario y el siempre le cantaba, tocaba el acordeón, aunque tocaba baladas, nunca ballenatos.
Sé que cosas heredé de el, como lo sentimental y enamorada del amor que puedo llegar a ser, entiendo mi ser y mis falencias y sé que eso nunca estará mal, ya que en este mundo donde parece que va en detrimento el amor, un poquito de romanticismo o cursilería nunca caen mal, solo basta encontrar a la persona adecuada, ese hombre que me entienda y le guste como soy, que me dedique alguna canción de vez en cuando, que simplemente me abrace o me regale un beso largo, como para olvidar que el mundo allá afuera cada vez está más duro y malvado.
Y siempre soñaré que el amor si existe.
Pau.